Las investigaciones sobre los procesos de aprendizaje apuntan que la emoción y la cognición son inseparables. Este vínculo se establece por múltiples razones, entre ellas, porque las emociones influyen en la capacidad de razonamiento, la memoria, la toma de decisiones y la actitud para aprender. Por ello, se considera que las emociones forman parte del proceso de aprendizaje.
De acuerdo con Bisquerra, "aprendemos aquello que realmente queremos aprender. Las personas quieren aprender aquello que es importante para ellas, para su vida y para su supervivencia. Y como todo no cabe en el cerebro, aquello que consideramos no importante, no nos interesa y lo olvidamos".
De todo ello se deriva la siguiente conclusión: "emoción y motivación son anverso y reverso de la misma moneda". La motivación puede surgir principalmente del valor que le atribuyas a aprender algo, ya sea por el placer de aprenderlo (intrínseco) o por la utilidad que tiene para alcanzar otros objetivos (extrínseco).
Están motivado implica dedicar más atención, tiempo y esfuerzo a algo y, en consecuencia, aprenderlo mejor. Así pues, se podría decir que la emoción dirige nuestra atención que, a su vez, permite una mejor focalización para adquirir y consolidar los aprendizajes en la memoria.
Hay emociones que ayudan a aprender, como la curiosidad, pero otras limitan el aprendizaje, como el miedo. En el primer caso, las emociones positivas te motivarán a seguir aprendiendo. En el segundo, las emociones negativas harán que quieras dejar de hacerlo.
Construir climas emocionales positivos te permitirá estar motivado y aprender mejor. A continuación, encontrarás algunas recomendaciones y buenas prácticas para alcanzar tus objetivos de estudio, según el experto Rafael Bisquerra:
Creer en tu capacidad para aprender. La percepción que uno tiene sobre sus posibilidades de alcanzar un objetivo de aprendizaje es clave para la motivación. Si crees que no lo conseguirás, la desmotivación estará presente. En cambio, si tus expectativas de éxito son altas, estarás más animado. Por ello, es esencial que te marques objetivos de aprendizaje realistas y asumibles.
Conectar con la interioridad. Para estar motivado durante el estudio es importante realizar conexiones con los intereses, necesidades personales, actitudes y voluntades de cada uno. Puedes hacerte preguntas como "¿por qué me interesa aprender esto?", "¿cómo me puede beneficiar?" o "¿qué sentido tiene aprenderlo?".
Partir de tus conocimientos previos. Para aprender es necesario ser consciente de lo que ya sabes sobre un tema y realizar conexiones. Esto facilitará la consolidación de aprendizajes en tu memoria.
Llevar a cabo un aprendizaje activo. Implicarte activamente significa analizar de manera crítica aquello que estás estudiando y convertirte en protagonista del proceso de aprendizaje. Cuando surjan conceptos que desconozcas o no entiendas conviene que busques información en internet u otras fuentes para dominarlos y que intentes explicarlos con tus propias palabras.
Entender el contenido. Uno de los problemas que provocan desmotivación es la sensación de no entender nada. No comprender lo que se explica o lee produce una sensación de aburrimiento, desmotivación y actitud negativa hacia el estudio. Por eso, es esencial que preguntes y resuelvas todas las dudas que tengas.
Tomar conciencia de los beneficios del aprendizaje. Las probabilidades de aprender mejor también dependen de cuánto disfrutes aprendiendo. Por ello, antes de abordar una sesión de estudio te puedes preguntar: "¿cómo puedo disfrutar en este aprendizaje?". Una posible respuesta podría ser la razón por la cual estás realizando esos estudios, es decir, tener presente los frutos que obtendrás al adquirir esos conocimientos.
Buscar las aplicaciones. Conocer las aplicaciones de aquello que queremos estudiar hará que el aprendizaje sea más interesante. Puedes investigar su utilidad en tu vida profesional, familiar, social, cultural, etc.
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